Visita al parque de Retiro

En aquella mañana de sábado, un grupo de colegiales acompañados por Miguel Otero, profesor de historia de secundaria, hicimos un recorrido por «los jardines del Buen Retiro» de Madrid. Inicialmente se extendían hasta el monasterio de los Jerónimos, donde los reyes se retiraban para guardar luto y en cuaresma, actualmente solo queda la Iglesia, habiendo quedado el resto incluida en el complejo del Museo del Prado, con lo que el parque abarcaba lo que hoy es el Paseo del Prado.

El tour comenzó por la puerta de Alcalá, primer gran arco del triunfo en Europa, que Carlos III encargó a Sabatini. La fachada que da a la una de las 18 puertas del retiro está coronada por las cuatro virtudes cardinales, la otra, tiene en lugar de estas cuatro militares, ya que Sabatini hizo dos proyectos a elección del rey, el cual firmó los dos, y para no descontentarle hizo medio en un lado y otro medio en el otro.

Retiro

Tras atravesar la Puerta de la Independencia, avanzamos hacia el estanque rematado con el monumento con escultura ecuestre en bronce de Alfonso XII, pasando por la fuente de los galápagos, cuyas figuras de animales acuáticos fueron las primeras obras de fundición en España. El estanque está posicionado estratégicamente en el punto más alto del parque, lo que lo hacía apto para la función de embalse de riego de los jardines, de vegetación principalmente frutal, que inicialmente constituían el retiro. Después de pasear por el jardín francés en frente del casón del Buen Retiro, dejamos atrás la fuente de las campanillas, llegando al palacio de cristal, que se construyó al estilo arquitectónico de las catedrales góticas, con nave, transepto, arcos fajones y formeros incluidos, pero que se le dio un uso un tanto insospechado, ya que era un invernadero que albergaba especies vegetales procedentes de la colonia española en Filipinas, cuyos cuidados se encomendaron a gente nativa, constituyendo un verdadero atractivo para los españoles que querían acercarse a conocer la vida colonial.

Más tarde, y ya algo cansados, llegamos a la escultura del Ángel caído, punto de intersección de varios caminos, uno de ellos, en curva, antiguamente era una ría que iba a parar al paseo de carruajes, que canalizaba el agua hasta el estanque actual, allí se daban unos buenos paseos en barca los miembros de la alta sociedad madrileña de la época.

Tras este recorrido, nuestro guía tuvo que abandonarnos, con lo que se acabó la cultura y nosotros nos abandonamos a un sencillo espectáculo de títeres que tiene lugar allí todos los domingos.

En fin, una apuesta por la cultura en una mañana agradable en la que aprendimos cosas que a simple vista pueden pasar desapercibidas y que, sin duda, hará que veamos con nuevos ojos un paseo por el Retiro.

 

 

2015-03-15T16:38:18+00:00 15 de marzo de 2015|